Vale, es verdad que no es el más eficiente exprimidor del mundo, pero es sin duda el más hermoso y el más icónico de todos los tiempos.
Según cuenta el diseñador, fue la falta de limón para un delicioso plato de calamares, lo que le llevó a crear esta idea explosiva. Philippe Starck pidió allí mismo en el restaurante una servilleta y actualmente ese dibujo se encuentra guardado en el Museo Alessi.